Satisfecho. Así me siento hoy. Miserable, también. Pero contento con el trabajito hecho. Fué mi primer experiencia en estas lides, y seguro la última. Que uno nunca sabe? Seguro. En mi análisis final, para mi descargo, alegaré emoción violenta. O defensa propia. Cómo estarás sintiéndote ahora? Me tiene sin cuidado. Te lo ganaste, con creces.
Yo había estacionado la moto frente a la plaza. El día, radiante, invitaba a tomar sol. Los lentes oscuros, el casco y la campera prestada me daban el anonimato deseado. Era un mediodía pleno, en un pueblo suburbano pujante. Alrededor de la plaza los parroquianos iban, venían y volvían. La confitería de enfrente rebosaba de pueblerinos ávidos de ser observados. Las mesitas de la vereda estaban completas. Adentro, sólo se veían una o dos vacías. Y desde mi posición podía ver todo. A los que estaban y los que habían estado. La iglesia, la municipalidad, el Banco Provincia, dos inmobiliarias, un salón de fiestas infantiles, la fábrica de pastas, la librería. Y a vos...en el momento justo.
Saliste radiante del banco. Orgullosa y altaneramente radiante. Él te acompañaba, como un perrito faldero. Como un sucio perro faldero que desentona completamente con su bella dueña. Debo confesar que cuando te ví aparecer, dudé. Pero estaba demasiado herido como para olvidar. Y tenés que admitir que me subestimaste. Te creíste tan convencida de tu poder, tan irresponsablemente impune... Pienso que jamás llegaste a sospechar que esa moto que se dirigía a tal velocidad podía llegar a interceptarte. Justo a vos. Y menos que el sujeto debajo del casco y detrás de las gafas oscuras, era el mismo que habías desairado hace un par de meses atrás. Craso error. Y lo pagaste, con creces...
Tironeé. Tironeé dos veces. Con la impunidad que me dió el actuar con sorpresa. Dentro de tu incredulidad intentaste retener tu bolso. Defender "lo tuyo", ja ja. Pero logré mi objetivo. Te ví caer. Y luego rodar por la acera. Yo, a fondo por la calle principal. Dos cuadras, y me perdí al doblar en la segunda esquina. Cuando pasé frente a la entrada del departamento aumentó mi odio. Y aceleré aún más. Para perderme, finalmente, entre las calles secundarias. Calles a las que la bonanza pareció no tener en cuenta, y definitivamente olvidó entre proyectos cajoneados.
Ahora vienen a mi cabeza esos recuerdos que no quisiera tener, pero que inevitablemente están, latentes como nunca, alimentados por el odio y la bronca que, ni siquiera lo hecho, alcanza a mitigar. Y me acuerdo del departamento que soñamos para los dos. Que indefectiblemente debíamos poner a tu nombre, por culpa de un divorcio no iniciado. De la negativa de mi ex a concederlo. De "mis" ansias por tener nuestro lugar, a pesar de todas las contrariedades.
Y también recuerdo las dudas que te asaltaban. De tu excelente performance en el rol de amada inocente. Ahora me río, pero sufrí. Sufrí tu indefinición. Y gocé cuando me diste el OK. Cuando me dijiste que me tirara a la pileta. Que lo comprara, nomás. Que lo ibas a decorar, con ayuda de un arquitecto que conocías de tus épocas de facultad. Y que me ibas a decorar la vida mucho más...
Sé que fuí un iluso. Un perfecto tonto. Pero debo admitir, en mi defensa, que no te había imaginado tan fría y calculadora. Esa fué una faceta de tu vida que conocí después. Que agregada a la que ya conocía, formaban tu entera y total personalidad. La jodida y la real.
Descubrir que me habías sido infiel fué un golpe muy duro. No estaba preparado para asimilarlo. Pero que eras capaz de estafarme, de re-venderlo, al toque, fué peor. Ya en las cuestiones económicas venía muy vapuleado. Mi ex no me daba respiro. Mis hijos, de buenas a primeras, se habían convertido en los hijos de Rockefeller. Por lo gastadores, digo. Pero lo tuyo, definitivamente, colmó el vaso. Y despertó toda mi ira.
Esta noche, por fín, creo que podré dormir. Me va a costar un poco conciliar mis sueños, pero no dudo que al final lo lograré. Haré mis cuentas, el alquiler de la moto, los gastos del buchón. Calculo que tendré, más o menos, sesenta y tres mil quinientas verdes razones para volver a dormir. Y una más que poderosa justificación para intentar olvidarte.
Ahhh, me olvidaba... El dinero para los gastos de la clínica, pedíselo a tu amigo, el arquitecto. O a quien vos quieras. Me tiene sin cuidado.
Georgie