viernes, 12 de junio de 2009

“Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando.”


Este es un nuevo espacio creado en conjunto entre El Perro y Amores que matan. Espero que lo disfruten tanto como nosotros lo estamos haciendo. El título del post pertenece a Rabindranath Tagore (1861-1941) Filósofo y escritor indio.

No importa el lugar, el tiempo ni la condición. El amor se manifiesta, sin discriminación. Sublime, puro, trascendiendo los umbrales infinitos de nuestra existencia.
John Roudyhair y Priscilia Daughin se amaron en otra época, con condicionamientos sociales, de tiempo y de distancias. Pero ni el ancho océano Atlántico ni los espaciados encuentros pudieron contra lo que ellos sintieron.
Existieron? Seguro que sí.




Querida Priscilia:

De más está decirte que esta misiva no debe ver la luz del sol. Tu padre, seguramente, mandaría por mi cabeza al enterarse de que estamos intercambiando correspondencia. No es esa tu intención, verdad?

Déjame decirte, también, que a mediados de febrero estará zarpando el buque que me ha de llevar, finalmente, a tus brazos. Debo recalar en Londres por negocios y calculo que me quedaré allí por una o dos semanas. Luego, mi intención es encontrarte, aunque más no sea, por una noche. Quizá ya sea abril... Crees poder hacer los preparativos necesarios? Inténtalo, princesa, pues no sabes el deseo que siento de verte otra vez. Si tan sólo te contara de la pasión que me desborda por las noches al pensar en tí... Pero no temas...no la estoy malgastando con quien, tú ya sabes, no la merece. Esa situación se había tornado insostenible. Y con la excusa de mi tos y esta leve y bendita fiebre que la acompaña, hace ya varias noches que dormimos en cuartos separados... Gracias al cielo, pues no soportaría serte infiel... Ni siquiera con mi propia... Si hasta me vienen náuseas de tan sólo nombrar el vínculo.

Hermosa Priscilia...sé que has esperado por mí un tiempo considerable. Lo menos que puedo hacer por tí es jurarte fidelidad y dedicarme, eternamente, a amarte. Lo sé...soy un pecador que no merece la redención celestial. Y que esta sociedad pacata, seguramente, gozará con mi condena. Pero no me importa... Sólo en tus brazos estaré alcanzando el perdón a mis faltas. Sólo en tus ojos estaré hallando la luz que me guíe en este presente oscuro. Sólo en nuestra intimidad podré elevarme hacia la definitiva y esquiva felicidad.

Te amo.
Siempre tuyo.

John

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Diciembre 5, 1868

Mi querido Señor:

Abril se me hace lejano hoy. Pienso en ese mes y ya siento la calidez que traen la primavera y su presencia. De sólo imaginarlo mi cuerpo se estremece.

No se preocupe usted por mi padre. Emilie, mi ama de llaves, cumple religiosamente con el pacto de silencio y discreción que hemos hecho. Tengo mis informantes y he descubierto que esta mujer rolliza tiene un affaire con el encargado de las caballerizas, ¿puede usted creerlo?

Debo confesarle que los días se me hacen muy largos. Las noches están llenas de fantasmas en donde no puedo evitar pensar que otra mujer pueda llegar a tocarlo siquiera. Esa situación me vuelve loca. Sí señor. Estoy enloqueciendo de celos, de inseguridad y de amor.
Me torturan las charlas cómplices que puedan llegar a tener, las miradas, las sonrisas. Me tortura la presencia de ella a unos centímetros de su alma cuando yo estoy a cientos de kilómetros.

Ni siquiera su promesa de fidelidad y de dormir a dos puertas de la alcoba matrimonial me trae paz. Son muchos los meses que nos separan y la carne de un hombre es débil.

Perdone usted mis dudas. Yo estoy aquí, cumpliendo la más grande de las fidelidades, siendo suya en pensamiento, en alma, en razón. En cada fibra de mi cuerpo está su nombre escrito, ya no podré pertenecer a ningún otro hombre en toda mi existencia.

Lo esperaré desde el primer minuto de Abril. Ya he pensado en los arreglos necesarios para poder trasladarme a la casa de campo con Emilie. Allí estaré mi amado, esperando sus eternas caricias y su amor. Sé que con su sola cercanía se me aplacarán todos los dolores que hoy siento, porque usted mi amado señor, es mi cura.
Le dije que entre sus brazos ya no soy frágil y soy la mujer más hermosa del planeta?

Lo amo.

Eternamente suya, Priscilia.

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Febrero 4, 1869

Priscilia, mi amor:

Necesito decirte, ante todo, que mis sentimientos por ti son los más fuertes que he sentido por cualquier persona en este mundo. Que nada ni nadie podrán alterarlos jamás. Aunque los acontecimientos que voy a relatarte se empecinen en ponerlos a prueba…

Fui víctima de una vislumbrada traición. Lord Cheseline, con quien mantengo una vieja rivalidad desde hace tiempo, me ha tendido una trampa. El muy villano se las ha ingeniado para meter sus narices en donde no debía y ha hallado la manera de abrir el cofre en el que guardé tu misiva. Este endiablado personaje, cuya función es la de ser administrador de los bienes y la fortuna de la familia de mi esposa, ha aparecido en escena con la misión de extorsionarme vilmente. Sabes bien que Cheseline, me odia desde el día en que yo fui el elegido (y no él) para desposarla. Imagínate…ella era la llave que le hubiera permitido alzarse con su fortuna y bienes. Sus dos hermanos están tan ocupados en despilfarrar sus vidas entre el opio y las mujerzuelas que, prácticamente, no tienen incidencia en las decisiones patrimoniales. Se han dejado embaucar por Cheseline cual si fueran niños de pecho. Que ahora, disfrazando su ambición con ropajes de falsa rectitud, me ha amenazado con sacar a la luz mi relación contigo. Todo con la única intención de desprestigiar mi imagen ante nuestros socios comerciales… Entre los que se encuentra, bien lo sabes, tu padre…

Lo que menos me interesa, amada mía, es mi reputación. Sé que esta relación comercial me ha traído dividendos importantes. Pero tampoco voy a privilegiarla. Lo que no puedo permitir, hermosa Priscilia, es que mancillen tu nombre, involucrándote en una situación indecorosa. Y lo que no puedo perdonarme es haber sido lo suficientemente torpe por no preservarte…

He tomado una decisión. Ojalá la entiendas, mi niña. Me batiré a duelo con Cheseline. Quizá cuando esta misiva llegue a tus manos ya se habrá resuelto la contienda. Podré haber salido airoso… En dicho caso, te anticipo, dejaré todo aquí, en Chicago… Esposa y fortuna. Ambas, vestigios de una vida errada que ya no me pertenece. Y marcharé hacia Bristol a encontrarme contigo. A iniciar una nueva vida. A compartir contigo, mi amada, los buenos años que nos esperan.

Si, por el contrario, la suerte no está de mi lado, te cuento que no permitiré, bajo ningún motivo, que ningún inmoral ensucie tu honor con su mala saña… He hecho los arreglos pertinentes para que un chacal silencie a la voz difamadora. Sólo a ti lo confieso. Conoces de mi amor, de mi entereza… Debes saber, también, de mis miserias y debilidades. Al menos me llevaré el consuelo de haber conocido el verdadero amor. De haberme perdido alguna vez en las profundidades de tu mirada, haber acariciado con la mejor de las dulzuras tu piel urgente de mí, y sobre todo, el haber sido cobijado por ti en el mejor de los refugios: tu corazón.

Te adoro.
Tuyo, siempre tuyo
John

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Abril 25, 1870

Mi querido señor:

Duelo es la palabra que tengo resonando en la cabeza. De duelo están mi corazón, mi alma y mi cuerpo.
Hace un año que usted se ha ido, de la manera más cruel que el destino pudo poner frente a mí. No he podido ni siquiera despedirlo, mirarlo, tocarlo… escuchar aunque sea su voz unos minutos. La vida se me hace de pronto como una burla despiadada que insiste en la incompletitud de mi existencia y en mi permanencia en el reino de los mortales a pesar de todo.
Casi cualquier medio es válido para tratar de dejar este mundo, menos el de quitarme la vida. Usted sabe cómo he amado la vida, a tal punto de arriesgar mi porvenir por nuestro amor.

No lo puedo negar, en su ausencia me he abandonado un poco. Mi piel ya no luce tersa. Es un saco reseco que contiene mis vísceras, huesos y lo que queda de mi cuerpo. Emilie ha hecho esfuerzos descomunales para alimentarme, hacerme levantar por las mañanas y sacarme en las tardecitas para tomar aire. Debo decir que mis ratos fuera de la casa han sido aferrándome a este manojo de hojas, casi cuatrocientas, enlazadas con una cinta roja, la misma con la que usted anudó el primer ramo de flores silvestres que me regaló. Una carta por día, algunos días dos. Algunas están borroneadas por mis lágrimas, otras arrugadas por la impotencia y la bronca, ninguna escrita sin este amor inconmensurable que siento por usted.

Mis días se sostienen gracias a esta comunicación que usted y yo tenemos. Unilateral de momento, aunque tengo mis serias dudas de que mis palabras salidas del corazón no lleguen de alguna manera celestial hasta su alma.
Temo que de tanto invocarlo, usted realmente no pueda descansar como es debido. He ido constantemente al oficio religioso de los domingos. A pesar de haber incurrido en pecado, pido a Dios por su redención, por la mía y egoístamente por la inmortalidad de nuestro amor.

Esta es la última carta que le escribo. Este tiempo me he aferrado a usted de todas las maneras posibles. Hoy entiendo que mi amor es puro y eterno, y que nada de lo que me ocurra en esta vida lo modificará ni lo desgastará.

Sueño en secreto con otra vida luego de ésta. Mi sueño es más o menos siempre igual. Usted y yo nos encontramos, somos libres, y nos miramos…. nos reconocemos y ni siquiera hace falta que nos amemos, eso ya lo llevamos dentro nuestro. Lo llevaremos vida tras vida, buscándonos y encontrándonos…..con distintos nombres, distintas pieles, la misma esencia, el mismo sentimiento.

Mi querido amado, mis futuros días no me deparan mayores alegrías ni pasiones. Mi único destino posible es el camino del silencio, del confinamiento y de la servidumbre a Dios.
Hoy comprendo que no he perdido su amor, tan solo su presencia física. Esa certeza es la que hoy me mantiene viva. Es su amor y el mío trascendiendo.

Siempre suya mi amor, hoy en alma y espíritu.

Lo amo eternamente.
Suya para siempre.
Priscilia.



El Perro & Georgie


1 comentario:

Marcela, de Mujeres de 40 y más! dijo...

¡Uds. dos son una combinación explosiva!
¡Qué bueno verlos así! de verdad.

A ambos, un abrazo grandote y beso.