A falta de inspiración, vuelvo al ruedo con uno de los posts más leídos en la plataforma de Full Blog. Ojalá les guste...
Frente a la pantalla, Carlos se esforzaba por contener el llanto. Luchaba, luchaba, hasta que se dejó vencer. Primero fue una lágrima solitaria, corriendo lentamente sobre su mejilla. Luego llegarían la segunda y la tercera. Mariela, al advertirlo, lo abrazó bien fuerte. Como queriendo protegerlo. Y lo contuvo. Y lloraron juntos un rato largo. Y los besos fueron salados. Dulces y salados. Inolvidables...

Por qué los hombres no podemos llorar? Qué nos hace diferentes? Por qué no liberar esa emoción que nos gana?
Desde que el mundo es mundo, nos hemos sentido "rudos, machazos e imperturbables". Cualquier atisbo de emoción, la mínima muestra de congoja, debían de ser ocultas tras una máscara de "fortaleza", caracter que nos acompañó por los siglos de los siglos, buscando diferenciarnos del "sexo débil", quien sí se permitía la licencia de dejar verter el sentimiento a cántaros, a veces, hasta para conseguir sacar ventaja de la situación. En cambio, nosotros, estuvimos condenados a poner garra y huevo. Mucha garra y mucho huevo. Pero la sensibilidad cero siempre fue patrimonio personal del hombre, del macho. En toda sociedad y bajo cualquier circunstancia.
Para ilustrar el tema, déjenme contarles de una vivencia personal. Hace unos meses me reencontré con un compañero del colegio secundario, quien vive en el exterior. Nos escribimos e-mails, y al enterarse de que estaba armando un blog con esta temática, me contacta para comentarme que él me aceptaba igual, que tenía muchos amigos también gays. Por supuesto que le seguí la corriente, y es el día de hoy, que sigo disfrutando de "mi condición".
Hay suficientes motivos para dejar brotar las emociones. Ser sensibles nos abre la puerta del alma. Nos acerca a nuestro interior y lo conecta con el afuera. Ser uno, y uno mismo. Nos da chapa de autenticidad, y quien es auténtico, vive más. Por otro lado, nos aleja del stress, nos quita de encima la pesada carga de la cotidianeidad, y quien vive liberado, vive mejor. Y por último, y parafraseando al flaco Spinetta, en el sentido de que todo lo que hacemos los hombres es para conquistar a las mujeres, tengamos en cuenta que a ellas les encantan los hombres demostrativos. Tener a su lado a un sujeto sentimental, las irradia de ternura, y encima, las pone muy "hot". No vale la pena, entonces?

Georgie