lunes, 31 de diciembre de 2007

Terceros en discordia

El mediodía nos encontró en la habitación de un albergue transitorio de Palermo. El sexo intenso y esperado culminó en un orgasmo de película, sublime. Y desfallecimos. Dos minutos más tarde, encendí los dos cigarrillos. Le dí el primero.

-Cuándo salís para Córdoba?

-Mañana a las 8. De la mañana. Me podrás llevar al aeroparque?

-Si estás listo a las 7, sí. Por los chicos, viste? Se despiertan temprano y quiero estar...

-No problem. En verano también madrugan?

-Desde que no está el padre, no me dejan respiro
. Dió una pitada profunda. -Me celan mucho... Y exhaló largo, casi como suspirando.

Analía era la amante perfecta. Diestra como pocas en la cama. Respetable señora, hacia afuera.

-Cuándo vuelve?

-Mañana a la tarde. Hoy hasta las cuatro y media soy sólo tuya. Tengo que estar en la colonia cinco en punto. Sino, las maestritas se enojan...

-Turritas... Cómo si les calentara?

-No...son buenas chicas...

-Vení. Besame...

-Ya? Otro? No me dás respiro...

-Querés que te deje respirar?

-No, tontito... Dejame arriba...

-Como quieras... Matame.

Y cumplió con lo que le pedí. Me destrozó.

Luego de ducharnos, me dejó en el centro. La reunión con los ingenieros daneses era a la tardecita, así que aproveché para pasear un rato por Florida. Hacía calor y necesitaba un refresco, así que entré en un café. Me senté y pedí un exprimido de naranjas. Miré por la ventana, cuando no pude dar crédito a mis ojos. Sería ella? Pero...si tenía que pasar a buscar a los chicos por la colonia! No, no podía ser. Dejé diez pesos en la mesa y salí a su encuentro.

-Ana! Analía!

Giró y me miró levemente. Siguió su marcha.

-Analía!

Ahora sí se detuvo.

-Perdón, me confunde...

Era su doble. De no ser por su color de cabello, levemente más oscuro, hubiera jurado que era ella. Pero no. No era...

-Disculpe. Tiene usted razón. Es que conozco a una persona...

-Analía. Le sucede a muchas personas. Sobre todo a los hombres...

-Cómo sabe eso? La conoce?

-Es mi gemela...

Sentí como si un baldazo de agua fría hubiera caído por todo mi cuerpo.

No hacía demasiado tiempo que éramos amantes. Tres, cuatro meses? Pero en todo ese lapso, jamás mencionó que tuviera una hermana. Menos, una gemela...

-Federico, mentí. -Un gusto. Soy de la compañía de seguros. Le soy sincero. No sabía que Analía...

-Muy pocos lo saben. Estamos algo distanciadas. Cosas de familia...
sonrió de manera burlona.

-Cómo te llamás? Perdón, te puedo tutear? No te enojes...

-Por favor, faltaba más. Soy Geraldine. Abogada. Así que vos, Federico, dijiste?

-Sí. Dejame invitarte con algo fresco. El calor...

-Dos minutos, nada más. En quince tengo una reunión...

Volví al café, ahora acompañado. Tuve suerte: el exprimido me estaba esperando todavía, aunque el billete no estaba. Quizás el pibe que me llevó por delante cuando entrábamos... No importaba...

-Qué tomás?

-Un café. Cargado.

Ya sentados, pude descubrir que el tono de sus ojos era algo más claro, y que su mirada era extremadamente bella. Más diáfana y profunda.

-Disculpame... No es que me quiera meter. Pero...tienen contacto con Analía?

-Te voy a ser sincera. Hace nueve años que no nos dirigimos la palabra. Pero es un tema estrictamente privado. Así que...seguros?

-Sí. Soy productor y represento a la Compañía en la zona Centro del país. Córdoba, La Pampa y San Luis. Tomá mi tarjeta...

-Carlos F. del Buono? Federico...

-Lo prefiero...

En realidad la F es de Fernando. Pero me la había jugado y no podía echarme atrás.

-Tomá la mía. Me dedico a Familia. Pero somos varios en el Estudio. Si tenés algún quilombo en lo comercial o civil, mis asociados te salvan el pellejo. En serio...somos bravos...

-Lo voy a tener en cuenta. Casada?

-Epa... Qué preguntón que resultamos?

-Uy, sí. Disculpame. De curioso, nomás...

-Soltera. En un principio, por obligación. A medida que fuí conociendo a los hombres, por elección. Hoy que ya me siento una experta, por convicción.

-Pero qué mal concepto tenés de nosotros! Tan malos te parecemos?

-No parecen... Lo son.

-Seguro que pasaste por malas experiencias... Pero todos no somos iguales...

-Para muestra basta un botón...

-No lo creo...

-Creelo... Gracias por el café, pero se me hace tarde...

-Sí, por favor, andá... Me dejás que te llame un día de estos? Quisiera reparar esa mala impresión que tenés de nosotros... Siento que tengo que defendernos...

-Bueno, vos llamame... No te aseguro que lo logres...

-Lo voy a intentar...

-Chau, Carlos Federico. Gracias
. Sonrió.

Y se alejó. Su andar era tan sensual que todos se dieron vuelta a mirarla, cuando dejaba el café. Por supuesto que yo estaba incluido en el "todos". Mientras terminaba mi jugo exprimido, me quedé pensando en lo parecidas que eran las gemelas. Y, a la vez, en lo que las diferenciaba. Analía, un volcán en erupción. Directa y ambivalente. Geraldine, más aplomada, sutil y delicada. Ambas, totalmente deliciosas. Y enfrentadas en una disputa que yo desconocía, pero que estaba dispuesto a desentrañar.

Una misión muy delicada. Pero que me seducía terriblemente...

La reunión con los daneses fue exitosísima. En parte se lo debo a la lucidez de Gerardo, mi mano derecha. Logramos asegurar su planta de Bell Ville. Y en condiciones más que ventajosas. Gerardo se recibió de león. Yo estuve tan distraído, tan en otro planeta, que cuando finalizó le concedí el aumento que me venía pidiendo, sin chistar.

Realmente, me desconocía. Desde la conversación con Geraldine no podía concentrarme en otra cosa que no fuera su poder de seducción. Me había descolocado. Sospeché que mi debilidad por ciertas mujeres estaba basada en el efecto que causaban en mí al verles caminar. Y esta vez ese efecto venía por partida doble. Curiosa, pero decididamente, partida doble.

A la mañana siguiente recibí el llamado de Analía.

-En cinco, paso. Estate listo.

Tomé la valija y la esperé en la puerta del hotel. Llegó y me subí a su camioneta. Nos besamos tibiamente. Durante el trayecto al aeroparque, me sentí distante, frío. Creo que Ana percibió algo, pero, por suerte no dijo nada sobre mi estado. Sólo mencionó que Roberto, su marido, había adelantado su vuelta para el mediodía. Afortunadamente no nos íbamos a cruzar.

El vuelo a Córdoba fue perfecto. Era viernes y, salvo por un par de trámites que me retuvieron en la ciudad hasta el mediodía, mi jornada era sumamente light. Me preparé a disfrutar de un fin de semana tranquilo, sin sobresaltos. El único y excluyente tema que ocupaba mi cabeza, era el de las gemelas. Y mi repentina e inesperada obsesión por Geraldine.

El martes de la semana siguiente, la llamé. Creo que la sorprendí. Ambos nos sorprendimos. Le dije que viajaba a Buenos Aires y que sentía la necesidad de que me concediera unos minutos, en algún momento de mi estadía, para poder conversar sobre su homofobia, y que tenía suficientes argumentos para hacerla desistir de sus negros pensamientos. Dudó, al principio. Pero terminó aceptando mi invitación. Y a cenar, el jueves por la noche.

Por supuesto que Analía ni se enteró de mi presencia en Buenos Aires. La súbita aparición de su hermana gemela acaparaba toda mi atención. Me engañaba a mí mismo con el tema de su conflicto, pero en realidad, no podía dejar de pensar en ella, en Geraldine.

-Cómo estás? La semana?

-Bárbaro, pero ajetreada. Antes de la feria de enero siempre es igual. Tus seguros?

-Viento en popa. Con buenos y nuevos contratos. Vos seguís peleada con los hombres?

-No con todos. Sólo con los que me interesa pelearme...

-Y yo...de qué lado estoy?

-Del lado de los buenos...por ahora.

-Ah! Me dejás más tranquilo...

-Bueno...pero no te relajes... En cualquier momento podés cambiar de bando...

-Ojalá que no! Me interesa que nos entendamos...

-Veremos...veremos...

Cada minuto que pasaba, me enganchaba más con su conversación, con sus ojos y su pelo. Mi fama de Don Juan, al lado de ella, corría peligro. Y Geraldine, maquiavélicamente, lo sabía y lo disfrutaba. Contrariamente a lo que esperaba de nuestra primera cita, su actitud fue mucho más ofensiva. Y yo, que me jactaba de ser un lobo voraz, terminé jugando el rol del corderito acorralado, avasallado por su máquina de seducción, desplegada completa y efectivamente para guardarme en su bolsillo, cosa a la que accedí con sumisión total.

Después de cenar se ofreció a llevarme al hotel con su auto. Acepté inocentemente, dejándome sorprender por su repentina decisión de cambiar el rumbo, y aterrizar en la entrada de un albergue transitorio de la calle Ciudad de la Paz. Bajamos del auto y subimos a la habitación. Y así hasta la madrugada. Bajamos y subimos, varias veces. Del cielo al infierno. Y del infierno al cielo. Hasta que le pedí que me dejara en el cielo de sus ojos. Porque mi cuerpo ya no resistía más viajes a las profundidades del placer y de su sexo. Y mirando sus ojos me perdí en el sueño profundo de mi cansancio.

Me desperté a las horas. Estaba solo, en la cama que había sido el marco de una salvaje noche, de placer extremo, de sensaciones extrañas. Me había dejado llevar por ese torbellino que, disfrazado de frágil mujer, me condujo con suma habilidad hasta encontrarme con un sentimiento que creía olvidado. No puedo afirmar tan ligeramente que Geraldine me había acercado a las huestes del amor, pero logró elevarme lo suficiente como para dejarme en las puertas del cielo. Allí donde sobrevuelan los ángeles, disfrazados de simples mortales.
Sobre la almohada de su lado, una notita explicaba todo:

"Carlos, Federico. Qué más dá? Sos un buen tipo. Antes de marcharme y no vernos nunca más, siento la necesidad de decirte que valés la pena, que sos una buena persona, no sé si tan buen amante, pero lo compensás con creces con tu caballerosidad y mucho esmero. Te pongo del lado de los buenos tipos. Muy alejado del bando de los hijos de puta como Roberto, mi primer novio, que de buenas a primera me dejó plantada para casarse con la turrita de mi hermana gemela. Sé que tenés una relación con ella. Dejala, no te conviene. No fuiste su primer aventura, ni serás la última. Creeme. Te lo digo yo que la conozco muchísimo más de lo que pensás. Es una verdadera zorra. Buscate a alguien más decente. Te lo merecés.

El Estudio de Abogados no existe. Es una pantalla que usamos los de la Organización. Los teléfonos celulares que llevamos son transitorios y los cambiamos periódicamente. No intentes llamarme porque va a ser en vano. Es más, te aconsejo no hacerlo, por tu seguridad. Hay gente realmente pesada metida en esto y no te conviene pasar por momentos desagradables. Haceme caso. Gracias por la cena y la noche. Lo pasé bastante bien. Un beso grande. Gerald"

Llamé a Recepción y pedí que prepararan la cuenta. Me sorprendió el escuchar que la señorita que me acompañaba ya la había saldado y retirado. Les pedí que llamaran a un taxi. Terminé de vestirme y salí. El auto me aguardaba en la puerta.

-Dónde lo llevo?

-Al Aeroparque, por favor.

Quería esfumarme. De Buenos Aires, de Analía y de todo. No pronuncié palabra. El chofer debe haber pensado que era un antipático. Realmente, me tenía sin cuidado. Sólo atiné a mirar a través de la ventanilla cuando llegamos a la costanera. El mar de barro, como llamo cariñosamente al Río de la Plata, me despedía de Buenos Aires. Y era una despedida entre triste y vergonzosa. Tan amarga como el sabor en mi boca. Amarga como el secreto develado.

Georgie

sábado, 29 de diciembre de 2007

Corazones partíos

Caballeros, nuestro turno: una versión exquisita de "Corazón partío", divinamente interpretada por la bella y brasilerísima Ivete Sangalo, con la colaboración de un muchachito que está haciendo sus primeras armas en la canción: Ale Sanz. El recital, en el Maracaná, de Río. Una verdadera joyita, para disfrutar gracias a la inestimable colaboración de mis amigos de You Tube.


Deliciosas, no? La versión de Ivete. Su belleza.

Y para los que ya lo tenemos partío desde antes de la brasilerísima, una poesía breve. No es que no postee porque me he olvidado. Es que perdí la inspiración y no regresa. Ni siquiera, para ponerle título...

Pensé que había dejado tu recuerdo
guardado en el cajón de los olvidos,
que, si bien, te hacías presente por las noches,
sabía manejar a mis sentidos.

No pensé que manejando los recuerdos
iba a rebelar a mis sentidos.
Y, si bien, supe engañarlos por las noches,
no imaginé este presente, ni tu olvido.

Georgie

sábado, 22 de diciembre de 2007

El otro George

Mi blog es visitado, mayoritariamente, por público femenino. No niego que haya caballeros en la red, pero estoy seguro que sabrán entender. Ellas son, lejos, muchas más. Se me ocurrió obsequiarles un video bien cortito, en alemán, que sé positivamente, les va a gustar. Qué mejor que un momento de distensión a esta altura del año! Un café con el otro George, para degustar y saborear.

Genießen Sie es sehr viel, Mädchen. Welt ist Ihrig...




Fröhliches Weihnachten, für jeden!

Georgie

En http://amores.fullblog.com.ar podés ver una versión diferente, y en francés. Des bienvenues, des mesdemoiselles!

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Contigo

Ahora que aprendí a bajar videos de You Tube, los voy a torturar como corresponde...

Tranquilos... Este me y se los debía. En el encabezado del nombre del blog había copiado el estribillo de "Contigo", de Joaquín S. Me pareció ésta una buena oportunidad para recordarlo.

Mis saludos a todos.

Georgie


martes, 18 de diciembre de 2007

Sabor a frutillas

Volviendo atrás, muy atrás, en la memoria,
llegué al primer beso. Sabor a frutillas,
que tu boca tierna dedicó a mi historia.




Primavera del ´74. Sábado a la tardecita, casi noche, en Victoria. El garage de los Gabrielli se transformaba en pista de lentos. Cada baldosa albergaba a una parejita, y encima, nos sobraba. Octavio, con Chiquita; Sarita y Daniel; Waldo daba sus primeros pasos con Verónica; y en la baldosa más diminuta, vos y yo, escribiendo los primeros versos en el cuaderno del amor. Yo, temblando de nervios ante la proximidad de lo inevitable: el primer beso, el que me iba a marcar a fuego para siempre. Por lejos...


Todos estábamos pendientes de lo que iba a suceder. Chiquita y sus amigas pensaron que no nos íbamos a animar. Que no podíamos cruzar la frontera, implícitamente convertidas en guardianas de lo permitido, y al mismo tiempo, ávidas de que diéramos ese primer paso. Del lado de los chicos, estaba nuestra torcida, alentando al hecho, justificando y convenciendo...


Dos, tres, cuatro lentos, y el miedo iba ganando la batalla. Parecía mentira... Todo a punto de caramelo, pero... Hasta que arrancó Roberta Flack con su famosa "Killing me softly with his song", temón de aquellos... Y te apreté un poquito más... Y tiré mi cabeza levemente hacia atrás, separando la tuya de mi hombro. Necesité mirar tus ojitos azules, y pedírtelo con los míos. Vos me entendiste al toque, y con tus ojos, me llevaste a besarte. Y a descubrir el sabor a frutillas de tu boca roja. Deliciosa, amplia e inolvidable boca, roja de frutillas...


Y nos olvidamos de las chicas y de los chicos, del miedo y lo prohibido. Y fue allí, en lo de los Gabrielli, en el ´74, con vos, donde, cuando y con quien comencé a creer en los amores que mataban. Con armas tan letales, como sabrosas...


Georgie


Cambié el nombre de los restantes protagonistas de la historia. Nunca mencioné el tuyo. Para qué? Sé que sos vos. Sabés que soy yo. La canción sigue siendo la misma. Y el sabor, seguro que también.






http://www.youtube.com/watch?v=d6rKqWwWOdY&feature=related

sábado, 15 de diciembre de 2007

No me digas adiós


NO ME DIGAS ADIÓS

No me digas adiós, sólo hasta luego.
Vine un instante a recorrer el infinito.
Sentí curiosidad,
quise perderme entre las lunas de agosto.
En un ratito, emprenderé la vuelta.
Estarás dormida,
durmiendo el sueño de la pena.
La noche ocultará mis disfraces fantasmales
y vendré a por tus besos demorados
que tu boca, por culpa de mi ausencia,
no pudo regalarme en su momento.
Los robaré en silencio.
No despertarte será mi estrategia sigilosa.
Antes te observaré completa.
Respiraré tu aire.
Tocaré tu pelo, disfrazado de viento.
Me acostaré a tu lado.
Te haré el amor con la mirada.
Tú seguirás dormida.
Y cuando, por fín, emprenda
la final despedida,
ya estarás liberada para un nuevo romance.
Me llevaré el recuerdo y los últimos besos
para mi nueva morada, aquí en el cielo.
Al despertar, mañana, sabrás de mi visita.
Dejaré en tu diario una flor.
Y en tu ventana,
dos alegres mariposas abrirán sus alas.
Súbete a ellas. Vuela.
Y entrégate al amor.

Georgie

Angel o Demonio?

-Respétala, Georgie, es una dama...

-Bájale la caña, tontito, o pensará mal de tí...

Sí. En mi caso, tanto el uno como el otro, tienen ascendencia hispánica. Mi apellido es italiano. Pero parte de mis ancestros vienen de la Iberia española. Debe ser por ello, entonces, mi particular apego a su idioma, costumbres, lugares y cantautores. Como voces interiores de una misma persona, se identifican con ella, a pesar de no hacer demasiado caso. Por eso mi derecho a caracterizarlos como me viene en gana. Y los prefiero así, hispano parlantes, un poco por capricho, y otro poco, para entendernos mejor. Son mi ángel y mi demonio, confabulados para sembrar la duda, aún en los momentos en que no debería haber margen para ella.

El pequeñísimo diálogo que protagonizaron al principio, es a modo ilustrativo. Juro por los Santos Evangelios, que jamás viví una situación similar. Bueno...sí...una vez... dos veces... a lo sumo...tres... creo...

Descruzo los dedos y continúo.

Como les contaba, e ignorando este tipo de contrapuntos, no me queda otra que asumir que, dentro de mi conciencia, ambos conviven y se despiertan para luchar las pequeñas batallas de todos los días.

Ángel domina las mañanas y las tardes. Demonio, las noches. Yo intento que no se crucen, que me respeten y no me atosiguen con sus disputas. Con cada uno de ellos, por separado, me llevo de mil maravillas. El problema despunta cuando ambos quieren copar la escena. Sus protagonismos tienen tantas ínfulas, que los dos juntos, no caben. Y ahí empiezan los roces...

-Córrete, que me clavas los codos...

-Y tú estás pisando mis juanetes...

-Cállate, y déjame aconsejar al tontito..!

-Ni se te ocurra..! Bastantes líos le has causado al tío..!

Claro. Tanto va el cántaro a la fuente..! Llega un punto en que me saturan tantas peleas. Planto bandera y grito:

-Basta..! Me tienen cansado..! Tú, al rincón izquierdo..! Y tú no te rías, y te me vas al rincón derecho..!

Es ahí cuando, aliviado por la ausencia de gritos, peleas y pseudo consejos, decido hacer realmente la mía, lo que mejor me plazca.

Y es en esas circunstancias, cuando más profundamente meto la pata.

Georgie

Entre la melancolía y el whisky (partes 1 y 2)

PARTE 1
Usualmente trato de guardar cierta compostura. No sé si llamarlo "poses". Yo diría, "conservar un estado en el que no despierte sospechas", en el que la gente con quien frecuento, mi gente, me vea contento y despreocupado. No los responsabilizo, al contrario. No puedo dejar de agradecerles por esta actitud. El haber pasado por una depresión, la incomprehensión, el atravesarla, sufrirla y superarla, no es tarea fácil para quien la vivió y para quienes lo acompañaron en el trance. Por eso el porqué del agradecimiento. Por eso, también, la toma de recaudos y el no querer preocupar.


Tristeza y melancolía
por Graciela Paula Caldeiro

"¿Hay un límite identificable entre el simple pesar y la depresión? Se dice que la depresión tiene claros efectos físicos como el insomnio y el embotamiento, e intelectuales también, como la imposibilidad de concentrarse o memorizar. También se afirma que es posible, que la persona deprimida tienda a enredarse aún más en sus pensamientos deprimentes de manera tal que cada vez se deprime más. Qué la distracción es una buena estrategia para controlar estas emociones melancólicas... ¿Debería uno esforzarse siempre por superar la tristeza considerándola alarma de un futuro proceso depresivo?"
"Porque hay, por el contrario, quienes piensan que la tristeza y la melancolía también podrían incluso tener efectos benéficos: una recuperación de energías que puede llevarnos a revisar nuestros objetivos vitales, por ejemplo.

Finalmente me pregunto si disfrutar la tristeza es algo masoquista, descabellado o mucho peor... un juego peligroso y adictivo."
Graciela Paula Caldeiro
Licenciada en Educación, por la Universidad Nacional de Quilmes, 2005 Graduada con diploma de honor
Licenciada y profesora en Comunicación Social (esp. Publicidad) por la Universidad del Salvador, 1992 Graduada con diploma de honor.
Afortunadamente, y habiendo dejado atrás a los fantasmas de un pasado neblinoso, puedo hoy afirmar que la melancolía, adoptada por libre elección, es un estado más, del cual no reniego, y si bien enciende alguna que otra alarma, forma parte de lo que llamo "estados creativos". Y al que, particularmente, le dedico el tiempo y el espacio necesarios. Tiempo y espacio para conectar con el "yo interno", intercomunicarnos, desmenuzar sensaciones y sentimientos, y extraer esencia. Lo hago sin la presencia de terceros, yo solito con mi alma. En lo posible, acompañado de un vasito de whisky, que rompa el hielo entre los dos tertuliantes. Quizás algo bueno salga del diálogo, quizás no. De lo que sí estoy seguro, es que debe respetarse la dosis de whisky, y en ningún caso, superar la medida: una per cápita.
Reflexiones entre la melancolía y el whisky
Siempre te voy a llevar en mi corazón. Podré haberte amado menos de lo deseado, incluso , hilando muy fino, pude no amarte. Hoy se me hace difícil, es más, no viene al caso, clasificar el sentimiento. Quiero creer que sí, que te amé, y que no fue suficiente. Me daría demasiada tristeza averiguar que mi corazón se endureció más de la cuenta, y que no es capaz de sentir a pleno. El tiempo hablará por él y traerá respuestas.

En cuanto a los recuerdos que hoy se instalaron en mi nostalgia, voy a conservarlos. Verán la luz en los momentos tristes. Quizás me entristecerán, todavía, un poquito más. Pero serán mi compañía, junto a un vaso de whisky a medio llenar, y a medio tomar.

Georgie
PARTE 2

Mi alma y yo tuvimos un encuentro. Particularmente, fue una mañana activa, con poco tiempo para pensar y reflexionar. Pero, después del almuerzo, las cosas cambiaron. Algunos recuerdos vinieron a mi cabecita, estuve un rato a solas, y, poco a poco, se fue creando el clima. Ya para las tres de la tarde, y cómodamente instalado en mi oficina (aire acondicionado mediante), recibí su visita. Se sentó frente a mí, y me dijo:

-Dame un whisky. Un JB (no todos tienen la suerte de contar con un whisky personalizado).
-Ni en pedo... estás loca? Son las tres de la tarde... A lo sumo, un café. Cortado?

-Siempre el mismo, vos... Qué te cuesta?

-Hermosa... tengo toda la tarde por delante... Mientras vos soñás, yo laburo...

-Está bien...con edulcorante...ya me acostumbraste también a eso...

-El médico nos dijo...

-Cortala con el médico...

-Claro... A la señorita sólo le calienta lo interior... Y lo de afuera, qué? No importa, acaso..?

-Uff, me cansás... Me llamaste...

-Sí. Es por lo del 24. Dónde vamos?

-Otra vez con esa boludez..? Si al final decidís siempre vos... Donde quieras... Mejor dicho, donde nos lleves.

-Vamos a lo de los viejos, con las chicas...si vienen...

-Me queda otra?

-No.

-Y entonces...para qué me preguntás?

-Bueno, che. Quería que formaras parte de la decisión...

-No me hagas reir...que no estoy para la risa...

-Qué te pasa?

-Qué me pasa? Y a vos qué te parece?

-Qué sé yo! Contame, si querés...

-Obvio...que el señorito toma decisiones, el muy orondo, siempre pensante. Decisiones que nos involucran a los dos...Y algunas decisiones tuyas me joden...

-Pero, Alma, ya lo habíamos hablado... Y vos me diste tu consentimiento...

-Sí, ya sé... Pero ahora no me estoy sintiendo bien...

-Desde un principio, te lo advertí. Te dije que no iba a ser fácil...

-Ya sé que me lo dijiste. Y yo qué te contesté? Que te iba a acompañar. Como siempre lo hice. Pero...bueno...hoy estoy un poco melancólica... Bancame.

-La extrañás?

-Mucho.

-Yo también... Si querés la llamo...

-No! No! Por favor, no. Ya lo hablamos. No podemos jugar con ella... No!

-Es cierto. Esa fue nuestra premisa. Pensar en que, hiciéramos lo que hiciéramos, no la íbamos a lastimar...

-Sí. Lo recuerdo... Puta madre!

-Estás arrepentida?

-No. Arrepentida, no... molesta, nada más... Con la situación.

-Ya sé... Cuesta, Alma.

-Y duele... Un montón.

Silencio. Nos miramos. Los dos estábamos tristes. Con esa tristeza madre, que noquea. Otra vez, silencio. Nos volvimos a mirar.

-Dame otro café...

-No. Tanto café nos va a hacer mal... Un whiskicito? Medio?

-Hijo de mil..! Está bien... con hielo.

Fue la primer sonrisa. Y la compartimos. Ninguno de los dos estaba con ánimo como para reirse. Y era previsible. Tan previsible como esta charla adeudada. Una sonrisa fugaz, que se perdió rápida entre papeles de escritorio y mensajes de correo electrónico. Por allí hubo alguien que fue testigo de nuestra conversación. Habrá podido apreciar desde una simple pantalla de monitor el tono de nuestras sensaciones y sentimientos? Se habrá perturbado, por ser partícipe involuntario de nuestro blanqueo?

Terminamos el whisky. Como siempre, respetamos la medida. Además, la hora, no aconsejaba el exceso. Volteé para archivar una factura, y en un abrir y cerrar de ojos, el alma había vuelto al cuerpo. Me quedé solo, por fuera, aunque reconfortado. Esta vuelta, coincidimos, mi alma y yo, a pesar del dolor, de la pena y del sufrimiento.

Claro que cuesta, Alma. Y duele.

Georgie

A dónde fue a parar Natalio Ruiz?

Se los veía todos los domingos por la tarde, en el paseo obligado alrededor de la Plaza Mayor. Casi siempre estaban acompañados por una amiga de ella, o alguna de sus primas. Él llevaba su porte como distintivo. Su aire serio le daba todavía mayor majestuosidad, y su sombrero gris completaba el cuadro. Qué señor respetable ! Cuánta hidalguía ! A su lado y del bracete, su amada le correpondía como anillo al dedo. Derrochando frescura e inocencia en su sonrisa, imaginando quizás los versos que él le escribiría, que le regalaría en un descuido de la sargentona tía con cara de arpía...

(Buenos Aires, Plaza de Mayo - 1937)

...Dónde estás ahora, Natalio Ruiz
el hombrecito del sombrero gris?
Te recuerdo hoy, con tus anteojos,
que hombre serio paseando por la plaza!
De qué sirvió cuidarte tanto de la tos?
No tomar más de lo que el médico indicó
cuidar la forma por el qué dirán,
y hacer el amor cada muerte de obispo,
y nunca atreverse a pedirle la mano,
por miedo a esa tía con cara de arpía?
Y dónde estás? A dónde has ido a parar?
Y qué se hizo de tu sombrerito gris?
Hoy ocupás un lugar más,
acorde con tu alcurnia
en la Recoleta.

(Charly García/Mario C. Piegari)







(Iglesia del Pilar - Recoleta, allá lejos y hace tiempo)
A dónde fue a parar Natalio Ruiz? Se tejen varias versiones. A saber:

* Fue a SADAIC, a reclamar derechos de autor.

* Lo secuestró su sobrino nieto Pablito y lo tiene en un cuarto de tortura donde le hace escuchar todos sus hits.

* Está en un camping de Gesell tocando una que sepamos todos.

* Se perdió en un agujero negro.

* Ocupa un lugar más acorde con su alcurnia, en la Recoleta: como director fantasma del Centro Cultural.

* Es el acompañante terapéutico de Charly García.

Sin embargo, a mí me llegó otra campanada. Me la contó Santiago, el sobrino nieto de Martiniano Gómez Azcurrain, amigo personal y confidente de Natalio. Y es más o menos así:

Rosaura, la eterna amada de Natalio, vivía con sus primas y con su solterona tía cara de arpía Eduviges, en una casona de Belgrano "R", que todavía hoy existe, en la calle Zapiola entre Mendoza y Juramento. Rosaura era una muchacha delicada de salud y que padecía crisis asmáticas, por lo que los médicos que la atendían, le prescribieron prolongadas estancias en las sierras de Cosquín, provincia de Córdoba. Natalio, fiel a su afición por la escritura, intercambiaba correspondencia epistolar con su amada. Ella enviaba sus misivas a la casona de Belgrano y, Natalio, pasaba cada quince días a recogerlas por allí.

Dicen las malas lenguas que una calurosa tarde de febrero, y estando las primas de Rosaura en Cosquín, de vacaciones, Natalio concurrió a la residencia de la calle Zapiola, y fue recibido por la tía Eduviges, quien lo hizo pasar y le convidó con una fresca limonada que ella misma había preparado especialmente, a la que Natalio, dado lo agobiante de la jornada, no pudo ni quiso despreciar. Además de ser una excusa para conversar amigablemente con la tía, a la que debía definitivamente "ablandar" para congraciarse con ella y, en su momento, animarse a pedirle la mano de su bella sobrina. Lo cierto, y tristemente paradójico de la situación, es que habiendo transcurrido media hora de una forzada conversación, Natalio comenzó a sentirse mareado, por lo que se incorporó a buscar su sombrero gris, anunciándole a la tía Eduviges que se retiraba. Notó que las piernas le temblaban, y en un breve instante, se desvaneció.

Grande fue su sorpresa cuando, ya de noche, se despertó. Estaba en el dormitorio de Eduviges. Yacía en su cama, inmóvil, perplejo. Todavía algo atontado alcanzó a escuchar el ruido de unos tacones pesados que se acercaban. Era ella, y en su horrible y burlona sonrisa, comprendió qué había ocurrido allí. A tientas buscó sus pantalones, alcanzó a ponérselos raudamente y salió corriendo de la habitación, sin prestarle atención a las palabras de la tía, insólitamente devenida en amante forzada. Creyó escuchar sus ruegos en favor de que se quedara, que no se marchara, que era "su amor". Ya para entonces había traspasado el umbral de la puerta exterior. Corrió. Desesperadamente, corrió.

Martiniano alcanzó a recibir un par de correpondencias desde Montevideo. Desde allí, Natalio le informó, apenas discretamente, de su insospechada vivencia. De su vergüenza y la posterior necesidad de desaparecer de Buenos Aires y de la vida de Rosaura. En su tristeza dejó entrever que estaba deprimido. Que había una posibilidad de formar parte del equipo de redacción de "El Oriental", situación que en otro momento y circunstancias lo hubieran entusiasmado muchísimo. Martiniano no advirtió en sus cartas ese sentimiento.

Pasados seis o siete años un amigo en común le comentó a Martiniano que creía haber visto a Natalio, mal entrazado y perdido, por las calles de Colonia del Sacramento. Hablaba solo y saludaba a quien se le cruzara con un gesto cómico y trágico a la vez: se llevaba la mano derecha a su cabeza, como quien sacara levemente su sombrero y lo volviera a poner en su lugar. Por supuesto este personaje no llevaba sombrero.

El sombrerito gris de Natalio permaneció guardado en una caja, bien oculto, en un rincón del ropero de Eduviges. Fue descubierto varios años después por una nietita de ella que, jugando con las cosas de la abuela, se topó inocentemente con él. Terminó sus días en la cabeza de Romualdo, el jardinero, ayudándole a protegerse del sol.
De Rosaura sólo supimos que falleció repentinamente. Se cree que no sobrevivió a la desdicha y a un fuerte ataque de asma que le sobrevino, ya de vuelta en Buenos Aires.

En el Cementerio de la Recoleta no hay ningún indicio que sugiera que el alma de Natalio descansa allí. Sólo Eduviges, desde el bronce oscuro, pegadito a la puerta de la bóveda que la familia posee, todavía nos sigue asustando con su temeraria y libidinosa cara de arpía.

Georgie

Mi amor es...(Amores esdrújulos)

Como ya les comenté en uno de los posts, los amores pueden presentarse de mil y una maneras y en diferentes envoltorios. Elijan el que más les guste. Sólo por hoy, se los regalo...



MI AMOR ES...
Mi amor es tan utópico, romántico,
irrepetible y cándido.
Es mágico...

Mi amor es un compacto de ternura,
de paciencia y de locura.
Es único...

Mi amor es mundanal, es imperfecto.
Tiene causas, tiene efectos.
Es típico...

Mi amor es caso único en la historia.
Sin pasado, sin memoria.
Inédito...

Mi amor es para vos y es egoísta.
Es machista, feminista
y ambidiextro...

Mi amor es un boleto al paraíso;
de conjuros y de hechizos,
el antídoto.

Mi amor es caliente y exacerbado.
Cochino y desenfrenado.
Es impúdico...

Mi amor es un amor de Zona Norte.
Estirado y de buen porte.
Re-paquete...

Mi amor es una mezcla de cobardías,
impericias y valentías.
Es trágico...

Mi amor es el solar donde me abandono,
me desato y me perdono.
Es íntegro...

Mi amor es el puente que nos conecta.
La sustancia que nos sana y nos infecta.
Es químico...

Mi amor es el Norte de mi destino,
y es el único camino
que conozco.

Georgie

El Viejo y su Mar

Voy a contarles de un viejo muy particular: el mío. Y de una de sus pasiones más arraigadas: "su" mar. El mar de Villa Gesell. Y si el azar quiso que lo pintara tan inocente como el osito Winnie the Pooh, por algo habrá de ser...




Mi Viejo es un personaje de historieta casera. A sus ochenta y un años sigue dando cátedras de vida. De una vida que hoy lo encuentra achacadito, pero con esa alegría tierna y chiquilina que asombra, que contagia. De una alegría que le acompañará siempre, vaya donde vaya, y que si algún envidioso la confunde con chochera, él no se enojará. Porque ha vivido, y caray si se le nota. Ha vivido toda una vida de amor: mi madre, mi hermana y quien les escribe somos sus testigos, los depositarios de una ternura y generosidad inigualables y quizás, sus reflejos. Fuimos siempre sus principales beneficiarios y, hoy, luego de haber visto correr a demasiadas aguas bajo el puente, sus principales aprendices.


En el mar de Gesell encontró uno de sus remansos. Lo conoció en 1967, cuando Villa Gesell era todavía "la Villa", cuando sus calles de arena eran refugio de los primeros hippies, los médanos eran mucho, pero mucho más grandes, y el mar, "su" Mar, lo reconocía en esas madrugadas de pesca, acercándose en las olitas a saludarlo, y dejándole en la suela de sus "Sorpasso" el beso salado que lo recibía.


Han pasado ya cuarenta años de romance ininterrumpido. Hoy la pesca dejó de ser su pasatiempo matinal. Ha cambiado la caña, el reel y los anzuelos, por una bolsita de tejos que lo acompaña en cada excursión a la playa. Es muy raro que se meta al agua y sus estancias en la arena son cada vez más breves. Pero no disimula su emoción cuando esa línea verdosa se dibuja en sus pupilas. Y les puedo asegurar, que del otro lado, "su" mar siente cosquillas cuando lo ve llegar. Como en esas historias donde el amor se deja ver y nos invade la hermosa sensación de la reciprocidad.

Georgie

Bienvenida familia


Hay un nuevo integrante en el Blog. Es Juliana, la mayor de mis hijas. 21 pirulines, docente, brillante estudiante de la carrera de Filosofía y Ciencias de la Educación, escorpiana hasta la médula, con novio, y una de mis mejores creaciones. De aquí en adelante, un miembro del grupo de edición del blog.

Mientras esperamos que sus trabajos vayan apareciendo, empiecen a conocerla. Aquí, algo que escribió la semana pasada.
Babero, por favor...

Georgie
Ahi vas de nuevo
retuerces
te estiras
te tensas
No te ven
no te ves
sin ruido
sin asome.
En puntas
que quieres
en yemas
de dedos
te tensas.
Y no vas
y te quedas,
pero lates
te secas.
Te atontas,
te tragas,
pero tiemblas,
te quedas.
Pero lates!
transpiras,
tus yemas
en tus dedos
quieres.
Ahí vas de nuevo,
y te quedas.
En tus dedos
te quedas.

Juliana

Francesco


“Háblame!”, grita Francesco,
Francisco,
estirando las manos desahuciadas.
Grita, increpa
“Háblame!”,
al viento,
a los árboles atontados…
Silencio.Y cae al suelo,
rendido,
adormecido de cansancio.
Último resoplo de la búsqueda,
ya no disimulada,
ya no paciente, ni humilde,
sino deseante,
desesperada.
Reclamando a gritos
razones,
sentidos,
respuesta,
signo de que hay
alguien
del otro lado,
de que no estamos tan solos,
de que no estamos tan lejos…

“Háblame!, Háblame!”
¿Porqué no me habla la tierra?
¿es que ya me olvidó,
de que soy fibra de la suya,
arcilla de su suelo?
Me ha dejado huérfana
O en algún momento me fui de ella…
No la oigo
de trenes,
de gritos,
de hastío apretado.
No me llega su viento
No me lava su agua
Ni me aviva su fuego.
¿No éramos, acaso, UNA?

¿No éramos, acaso, UNA?

¿Porqué, si no, este
sordo
anhelo?
Juliana

De trenes

Reconozco tus rasgos en la gente
la nuca
el cuello
la curva de la oreja
las uñas de tierra...
y me hincho de gracia.

Reconozco tus formas en la gente
en mi gente,
y quiero vivir
acá...

Juliana

Tango que me hiciste mal (y sin embargo te quiero)

El Tango, como buen argentino que es, alberga profundamente en sus letras y melodías ese tono nostálgico que le da su impronta. Caben en sus acordes y su lírica todo un sinfín de descripciones en donde lo sensible saca pecho y banca la parada. Historias de guapos y compadritos peinados a la gomina que, a la hora de abrirse a las emociones, sacan patente sentimental y se muestran tan vulnerables como tiernos.

Para muestra basta con un botón. El tango "Uno", cuya música creada por Mariano Mores tuvo que esperar por demasiados meses el aporte de quien fuera uno de los más importantes referentes en el campo de las letras, Enrique Santos Discépolo, constituye a mi insano juicio, una de las mejores composiciones que podemos hallar en este género musical. Y si nos vanagloriamos de que el tango nos caracteriza, este tango, en particular, nos distingue tanto como el dulce de leche y el colectivo.



UNO


Uno busca lleno de esperanzas
el camino que los sueños
prometieron a sus ansias.
Sabe que la lucha es cruel y es mucha
pero lucha y se desangra
por la fe que lo empecina...
Uno va arrastrándose entre espinas
y en su afán de dar su amor,
sufre y se destroza hasta entender
que uno se ha quedao sin corazón...
Precio de castigo que uno entrega
por un beso que no llega
a un amor que lo engañó...
¡Vacío ya de amar y de llorar
tanta traición!
Si yo tuviera el corazón...
(El corazón que di...)
Si yo pudiera como ayer
querer sin presentir...
Es posible que a tus ojos
que me gritan tu cariño
los cerrara con mis besos...
Sin pensar que eran como esos
otros ojos, los perversos,
los que hundieron mi vivir.
Si yo tuviera el corazón...
(El mismo que perdí...)
Si olvidara a la que ayer
lo destrozó y... pudiera amarte...
me abrazaría a tu ilusión
para llorar tu amor...
Pero, Dios te trajo a mi destino
sin pensar que ya es muy tarde
y no sabré cómo quererte...
Déjame que llore como aquel
sufre en vida la tortura
de llorar su propia muerte...
Pura como sos, habrías salvado
mi esperanza con tu amor...
Uno está tan solo en su dolor...
Uno está tan ciego en su penar....
Pero un frío cruel que es peor que el odio
-punto muerto de las almas,
tumba horrenda de mi amor-
maldijo para siempre y me robó...
toda ilusión...
Si yo tuviera el corazón...

(Enrique Santos Discépolo-Uno)

Escuchemos una versión del tango, en voz femenina, de fondo, y bailada por Jorge Aravena Llanca y su hija. Que lo disfruten.
Georgie

Aire de Vos

En aquellos tiempos, los brumosos, hubo amores improvisados, en los que el velo de la tristeza comenzaba a descorrerse.

Aire de Vos marcó la inflexión, insinuándole al autor que existían nuevas ventanas a abrir. Que la soledad era sólo una estación y que el viaje continuaba...

AIRE DE VOS
Este aire de Vos flota en la noche.
Te respiro. Me lleno de tu esencia.
Los nuevos amantes han ido a celebrarse
y yo me he quedado mirando las estrellas.

Elijo una. Por su color y fulgor incomparables,
sin dudas, he escogido a la más bella.
Y a pesar de la distancia (parece inalcanzable)
la noche liviana me dice que se acerca.

Hoy el invierno ha comenzado a despedirse,
y yo me he quedado preñado de tu esencia.
El Duende de la Suerte me ha guiñado un ojo,
y en tu mirada, descubrí mi primavera.


Georgie

Amores que dejan huella

Los hay fugaces y for ever. Pasionales y banales. Constructivos y destructivos. De película y de pasquín. De colores y en blanco y negro. Amores de verano, que llegan y se van con el viento Norte; amores de invierno, esos que te resguardan, te abrigan, que te acurrucan y calientan. En fín, amores...

Pero hoy me quiero referir a esos amores que te marcan. Esos que llegan en momentos inesperados. Que te estrujan y desarman. Que te invaden y desacomodan todas tus estructuras. Esos amores que te hacen exclamar: Pero...justo ahora! Si yo tenía todo calculado y perfectamente ordenado..! Y bueno...Si uno pudiera elegir cómo, cuándo y con quién..! Pero no. Uno no puede... Gracias a Dios, no puede...


Y nos embarcamos. Y tocamos el Cielo con las manos. Y un buen día nos despertamos en otra cama. Y nos damos cuenta que llevamos el cepillo de dientes a su baño. Y todos nuestros mejores discos. Y estamos hasta las manos de amor. Que la felicidad hace de nosotros lo que quiere y lo que no imaginamos. Que nos convertimos en ositos de peluche y conejitos mimosos. Y hasta el espejo nos devuelve una imagen diferente (casi siempre con unos gramos de más).

Mas, cómo has hecho
para que me enamore tanto, tanto?
Me miro en el espejo y me pregunto
si ese de ahí, soy yo...
(Doménico Modugno-Cómo has hecho)

Y un mal día, de esos en los que todo te sale para el demonio, y como frutilla de la torta, llegamos y nos recibe con el tan clásico y temido: -Nos sos vos...soy yo... Y todo se nos derrumba. Se nos viene el Cielo encima (más que Cielo, cielo razo). Y volvemos al bulín sin los discos ni el cepillo, y de seguro que llueve y nos mojamos más de la cuenta. Y agregá a la cuenta los gastos de la farmacia por el resfriado.

Mi casa es un desastre sin tu risa.
No me dejaste ni las migas...
A cara de perro estoy
y extrañándote...
(Los Caballeros de la Quema-Avanti Morocha)


Y uno se quiere morir...Te dejan herrumbado. Con el sabor amargo de la pérdida y los ojos ahogados en la pena. Con la piel doliendo esa ausencia de caricias, el olfato carente de ese aroma que ya no está en la almohada, y un montón de recuerdos acechando a la vuelta de la espalda. Y sí. Duele aceptarlo, pero ya no está. Realmente no está? Porque si le preguntamos al alma, seguro que tiene una respuesta distinta. Ella va a decir que sí. Que su recuerdo está como aferrado y que no nos va a dejar tan fácil. Y aunque no nos guste y lo neguemos se va a quedar un tiempo más...

Es que hay amores que dejan huella. Y hay enamorados preñados de melancolía que se prestan para todo. Y hasta para, en sentido figurado o no, morir de amor.

Georgie

En mi cruzada

(Una poesía de los tiempos brumosos...)
EN MI CRUZADA

Abiertas las heridas, sin escudos,
regreso de la guerra del Olvido.
Mirándome al espejo me asesino.
Me sacudo la muerte. Bienvenido!

Sí que se siente rara y es morbosa
esta suerte de soledad inexpugnable,
que arrastra del pasado mis angustias
y se proyecta entre telones, cual un sable.

Lo tomo. Soy un caballero en su cruzada.
Mi corazón sacude su pereza.
Corre mi sangre. Levanto la mirada
y empiezo a caminar entre la niebla.

Hoy me pruebo el traje del intento
y me queda dos talles más holgado.
Sé que no importa. Hoy es mi tiempo
y no lo voy a dejar abandonado.

Hoy el que está en juego es mi destino.
Voy a buscarte, suerte. Qué indiscreta
resulta mi actitud. Voy en camino:
me subo al escenario, sin caretas.

Y me siento caballero en mi cruzada.
Mi corazón sacude su pereza.
Corre mi sangre, levanto la mirada
y empiezo a caminar entre la niebla.


Georgie


Ilustración: El Caballero, de Pablo Picasso.

Te ví en un tren ( y yo con esta timidez...)

Me desperté más temprano que de costumbre. Era el día "D" y apenas había podido pegar un ojo. Me levanté, tomé una ducha y me vestí. Uy, las 5 y 45, y ya estoy listo! Ma sí...salgo igual...

Llegué a la estación Acassuso a las 6 en punto. Las poquitas almas en la calle a esa hora no dábamos más. Diciembre estaba haciéndonos pelota lentamente y todavía quedaba todo el verano por delante. A pesar de mis veintidós, el calor se siente...La puta madre...hoy va a llegar a los 34º. No, si entre el insomnio y el calor me van a juntar con cucharitas...

Me metí en el bar de Manzone y Perú. A esa hora no podía andar con pretensiones. Pedí un café con leche con tres medialunas y el diario. Qué suerte! Todo el Clarín para mí solito. Arranqué con el deportivo: "Boca dejó escapar la oportunidad y resignó los tres puntos en manos de Arsenal". Ay, Boquita, no me hagás esto de nuevo, eh! Encima las gallinas de la oficina me van a joder hasta cansarse!

Las 7. Hora de partir. -Mozo, me cobrás?

El tren de las 7 y 15 llegó puntual. Y, como siempre, hasta la manija. Me acomodé cerca de una de las puertas. Así la veo venir, pensé.
Martínez. Siguen subiendo. Dónde los querés meter? A ver si me bolsiquean...El abono, me lo meto en el bolsillo de la camisa. La birome...No, la birome la dejo en el saco. No sea cosa que se reviente y me deje la camisa a la miseria. Después, el que se banca la cagada a pedos de la vieja soy yo...Pobre Vieja..! Total, por esta birome pedorra no me voy a andar haciendo problema...Uff, qué calor!

Olivos. Sííí!. Vamos, todavía! Ay qué linda que estás! Justo, para justo y sube por esta puerta. Vamos! Dios existe!

Se paró justito frente a mí. Siempre con esos trajecitos que le quedan tan lindos! Mi preferido es el rosadito...el que se puso el jueves pasado...no, el miércoles...Dios, qué piernas! Y el mechoncito de pelo que le cae de derecha a izquierda! Y esos anteojitos que le dan ese aire de intelectual! Mirá el celular! Ajá, debe ser una minita de plata! Ma que de plata...de oro..!Dios, qué buena que está! No, si de hoy no pasa. Hoy la encaro. Te juro que la encaro...
Retiro. Ahora voy. Este portafolios de mierda que se me viene a abrir justo ahora...

-Permiso. Me dejás pasar?

-Sssí. Vvvas a bbbaj..?

Pasó como un rayo. En dos segundos se perdió entre la multitud. Seguro que andaba apurada. Debe ser una minita responsable y está llegando tarde...O a lo mejor durmió como la mona, y tiene una mañana de mierda...El insomnio! Entre el insomnio, el calor y el stress, vamos a terminar todos hechos re-pelota...

Mañana...la encaro mañana...

-Y pibe? Vas a bajar o te vas a quedar agachado toda la mañana ahí, como un boludo?

-Sssí, sssí. Ya bajo. (Portafolios de mierda!)

No, Boquita no puede hacerme esto. El miércoles a Tigre tenemos que pasarlos por arriba...

(Y esta puta timidez que no me quiere abandonar..!)
Georgie



Yo te vi en un tren
preocupada de más.
Quise ayudarte
y ya no estabas más.
Me colgué del vagón
que ya empezaba a correr,
entusiasmado,
como la primera vez.
Y al fin te encontré,
y al fin te encontré,
y no pude ni siquiera
decir "Hola".
(Los Enanitos Verdes-Te ví en un tren)


Amores de 40 y más

Los 40 no vienen solos. Quienes los llevamos y padecemos, sabemos que es una etapa de la vida cargadita de vivencias, deseos, expectativas y sueños todavía por cumplir. Que portamos mochilas? Obvio, para eso hemos recorrido este camino. Y el desafío primero es capitalizarlos. Para seguir andando la ruta.

Recomendaciones para seguir el viaje? Las encontrarán en publicaciones especializadas en describir las circunstancias de nuestra etapa. Yo solamente, y de manera humilde, les recomiendo "gimnasia para el alma". Elevándonos, observamos desde una perspectiva diferente y más abarcativa. Y si le ponemos humor, mucho mejor.

Déjenme, entonces, hacerles hoy un regalo. Pensado para las divinas Mujeres de 40, y mucho más.

Para Marcela y sus "Mujeres de 40 y más", con mucho cariño y agradecimiento.

AMORES de 40 y más
Te preocupa haber subido un par de talles?
Las dietas estrictas no te sientan bien.
No vaya a ser que un día te desmayes,
poniéndote "en forma". Para qué? Para quién?
Que la celulitis anda haciendo estragos?
Mira mi barriga (ya no veo mis pies).
Que el cabello blanco ya viene asomando?
Mira mi calvicie, y diviértete.
Déjame contarte que adoro tu alma.
Déjame bucear en toda tu profundidad.
Déjame encontrar en tus ojos la calma
y el remanso suave de tu inmensidad.
Llévame hasta el clímax en tu sexo dulce.
Bebe de mis labios el néctar mortal.
Mátame el olvido. Yo caeré de bruces.
Mírame a los ojos y te encontrarás.
Voy hacia tu encuentro, recibe mi sangre
caliente del fuego de este atardecer.
Vivo por tu aroma, muero con tu arte.
Sueño desnudarte con mi desnudez.
Que el silencio grite, que el sonido calle,
que Lucifer desate toda su maldad,
si alguna vez, muchacha, me pierdo de amarte,
castiga mi falta con la soledad.

Georgie

El engaño

"De sobras sabes que eres la primera, que no miento si juro que daría por tí la vida entera, por tí la vida entera,
y, sin embargo, un rato, cada día, ya ves, te engañaría con cualquiera, te cambiaría por cualquiera..."
(J. Sabina-Sin embargo)

EL ENGAÑO
Parte 1
Me levanté temprano esa mañana. Apenas despuntó el alba me desperté sobresaltado y noté que mi corazón estaba más agitado que de costumbre. Sin hacer ruido, caminé hacia el baño y me apresté a tomar una ducha que me calmara. No lo logré. Me vestí sigilosamente y salí hacia la oficina.

En el transcurso del viaje intenté distraerme escuchando mi programa de siempre. En la radio se sucedían noticias, comentarios, reportajes. Ya estacionando mi auto, me percaté que el día estaba muy cargado, anunciando la lluvia que no demoraría mucho más. Subí a mi oficina, encendí la pc y chequeé mis casillas. Allí estaba ella. Habíamos intercambiado mensajes el día anterior, pactando el lugar y hora del encuentro. No leí los mails restantes. Mi trabajo me reclamaba y yo, sin ganas, traté de acomodar la agenda. Pospuse todo para el día siguiente, pensando en que iba a estar más despejado, y porque la ansiedad me dominaba demasiado. Un trámite engorroso en el microcentro iba a ser la excusa perfecta, la que me permitiría escabullirme de la oficina sin despertar sospechas, y me iba a dar suficientes minutos para disfrutar del encuentro.
La ví bajar del taxi muy prolijamente vestida. Más esbelta, con su cabello castaño suelto, resguardada por su paraguas color té con leche que combinaba adorablemente con su gabardina arena y sus ojazos marrones verdosos. Se acercó al auto, lentamente, y pude darme cuenta de que su andar me derretía. Subió, nos besamos con esos besos furtivos de los amantes, y sin decir palabra, volamos a un hotel de Belgrano.

No puedo describirles cuánta pasión derrochamos en esas sábanas. Sí puedo decirles que en esa hora y media mi corazón voló. Cada centímetro de mi cuerpo se impregnó de su fragancia. Y cada minuto transcurrido se convirtió en siglos. Nunca tuve una amante que se le pareciera y, estoy totalmente convencido de que jamás la igualarán. Convencido de cuerpo y alma.
Cuando nos despedimos me invadió un dejo de tristeza. Debía regresar a la oficina y no tenía ganas. Quería eternizar ese beso, el último, el que me separaría de ella hasta el próximo encuentro. Le sujeté la mano para no dejarla ir. Ella, sonriendo y muy segura de lo que provocaba en mí, se me escabulló. Caminó cuatro o cinco pasos, giró sobre sí misma, y en el movimiento más sensual, del cual fui espectador privilegiado, me arrojó un beso de yapa, al aire, un beso que capturé con los ojos, pero que se me prendió hasta en el alma. Y allí nos traicioné. No fui capaz de cumplir con lo que nos habíamos prometido. Dejé salir de mi boca palabras que nos revelarían. Solté el tan temido:

-Te veo a la noche.

Y aquí termina esta historia. La mía y la de mi mujer, que en un mediodía lluvioso de Buenos Aires nos engañamos con nosotros mismos.
Georgie
Parte 2
-Te veo a la noche...

Volví a la oficina, todavía con el recuerdo de su piel en las manos. Seguía lloviznando, y hacia las cinco de la tarde casi todos en la oficina le rendían culto a la diosa ausencia. Adela tenía turno con su odontólogo; Carlos, una reunión para ultimar detalles con los alemanes de la obra; y Susana, mi secretaria fiel de toda la vida, comenzaba con su enésima terapia, esta vez, con la licenciada que le había recomendado la nuera. Me quedé solo, pensando en ella. En la mujer que sólo unas horas antes, me había hecho descubrir el cielo en su sexo. Saboreando, casi perversamente, que en unas horas más nos volveríamos a encontrar. Me jacté de mi capacidad amatoria y, confiando en otra maratónica performance, proseguí con mi tarea.

-Amor, llegué.

No sé si fue mi imaginación. Lo cierto es que presentí que el horno no estaba para bollos. La noté como apurada por poner la mesa. Inquieta.

-Pasó algo?, pregunté.

-Nada. Lo de siempre...

Durante la cena charlamos lo justo y necesario. Lo justo como para afirmarnos como seres parlantes y distinguirnos del perro atorrante que tenemos por mascota. Y lo necesario como para enterarme que habían llegado los servicios, que había aumentado la tasa de alumbrado y barrido, que la señora de la limpieza usaba el teléfono de línea para llamar a celulares, que en el presupuesto de las cortinas del living no estaba incluido el faldón de arriba, que la semana que viene comenzaba con una terapeuta nueva (ojalá no sea la misma que le recomendaron a Susana), que mi tío estaba grave, que el perro tenía pulgas, que pitos y flautas...

Le ayudé a lavar los platos. Los dos, en silencio. Terminamos y me fui a duchar. No sé por qué, pero me tardé más de la cuenta. Corté las uñas de mis pies, los pelos de la nariz y hasta me hice una mascarilla facial para eliminar los abominables puntos negros que me persiguen desde la adolescencia. Además de ponerme de perfil, hundir la panza y mirar en el espejo cómo los músculos de Adonis iban convirtiéndose, lenta pero inexorablemente, en adiposidades detestables.

Ya para cuando llegué al dormitorio estaba dormida. Sigilosamente apagué el televisor y me escabullí dentro de la cama. Suspiré. Sentí una rara mezcla de alivio y desazón. Creo que no tardé en dormirme más de dos o tres minutos.

Soñar, no. Ya lo había hecho antes, en el cuarto del hotel de Belgrano...

Para entonces, la lluvia ya había cesado.

Georgie

viernes, 14 de diciembre de 2007

Visitas inesperadas

por Georgie

Parte 1

Llegué a casa cansado y malhumorado. Arrojé mi bolso sobre el sillón del living, me descalcé, y antes de apoltronarme frente a la tele a estupidizarme un rato, le hice una visita al refrigerador. Cerveza en mano, queso untable y cerealitas se dispusieron a acompañarme, por lo menos hasta recién comenzada la película que me salvó del tedioso "Choluleando por un sueño", y el posterior (y no menos cholulo) "Don Mario y sus CeQuaCes".

Allí estaba, cómodamente instalado, quizá lo suficiente como para dar dos o tres cabezazos de sueño y haberle perdido el hilo a la película, cuando me sobresalté con el sonido alcahuete del timbre de calle. Miré la hora: las 11 y media. Quién será?, pensé. El parlante del portero eléctrico me devolvió la voz inesperada y temblorosa de una mujer.

-Soy Lucía, George. Por favor, abrime.

Bajé raudamente. Algo me decía que la urgencia de Lucía tenía un significado más que importante. Llegué en un segundo. Al abrirle, presentí todo...

-Me golpeó...el muy hijo de puta me golpeó otra vez..!

Nos abrazamos fuerte. Ella, sin poder contener el llanto. Yo, tratando de disimular la hermosa sensación que me provocaba el acariciar su pelo. Permanecimos así un largo rato. Ya calmada, la invité a subir.

Nos conocimos en la facultad, veinte años antes. Cursamos juntos dos años. El primero de ellos, a tiempo completo. Ya en el segundo, mi incompatibilidad con algunas materias nos había distanciado un poco, no mucho, lo suficiente como para no advertir que el inconsistente de Pablo se estaba acercando demasiado a ella. Perfeccionista y maquiavélico, supo ordenar los tantos y alejarla lo necesario. Cuatro años después me anoticio de su casamiento, al que asisto, ya desesperanzado...

Corrí el bolso y le ofrecí café. Se sentó y rompió en llanto nuevamente.

-Lo descubrí, George. Hace tres meses que sale con una pendeja de la oficina. Al principio, me negó todo, pero la semana pasada confesó. Le dije que agarrara sus cosas y se fuera. Se puso furioso, no quiere irse...El viernes me dió un cachetazo. Me dijo que antes de largar todo me mata y se mata. Es un hijo de puta..!

-Azúcar?

-Media cucharadita...me estoy cuidando...

-Para qué? Si estás mejor que nunca...

Siempre fue hermosa. Incluso cuando estaba embarazada de Solcito poseía una belleza muy particular. Es como si le brotara de adentro. Y la pancita le daba un aire maternal que me mataba. No voy a negar que muchas veces fantaseé con una familia así. Es difícil relatarles de mi cara cuando me senté frente a la feliz pareja. Lucía tomó la posta y me dijo que me habían elegido padrino del bebé. Nuestros ojitos brillaron. Mientras tanto, Pablo tragaba saliva y miraba para otro lado...

-Qué vas a hacer?

-No sé...si por lo menos se hubiera arrepentido...El muy soberbio, encima, se hace el ofendido...Hoy volví a la carga. Lo insulté...te juro que nunca le hablé así en mi vida...Otro cachetazo y...me dijo que nunca se va a ir...que no va a dejar que le cague la vida...

Le alcancé un paquetito de pañuelitos de papel. Estaba un poquito más calmada.

-Solcito vió o escuchó algo?

-No. Está durmiendo en casa de mamá. Pero creo que algo presiente. Vos sabés cómo adora al padre...

-Ya lo creo...es re-pegada. Y él potenció ese vínculo. Es como si la quisiera tener de aliada...

-Tal cual. Pero yo respeto la complicidad que se tienen. Siempre fueron compinches. Yo los potencié. No sé si no hice mal...

-No, al contrario. Si yo estuviera en el lugar de Pablo, las querría tener conmigo siempre. A las dos...

-Ya lo sé, George. Sé cuanto nos querés.

No. Lucía no sabía. Como padrino de Sol, y siendo un tío solterón, como ella me dice, le hago notar mi cariño. La he llevado a la plaza infinidad de veces, a tomar un helado, al cine y al teatro. Y si no la invité más es porque no le quiero ver la cara de culo al padre. Sé que no me traga, y, en el fondo me parece que siempre sospechó de mi amor por Lu.

-Lu, contá conmigo para lo que quieras...

Me moría por abrazarla de nuevo. La acompañé hasta abajo. Antes de subir a su auto me dió un beso en la mejilla. Cuánto me costó disimular el deseo de confesarle todos mis sentimientos con un beso apasionado! No, no era el momento.

-Gracias. Hoy me voy a quedar en lo de mamá. Ojalá Solchi no se despierte. Mañana voy a hablar con ella. Todavía no sé qué y cómo contarle...

-Mandale un beso.

Otro para vos. Subí al departamento. Mientras acomodaba mi bolso y sacaba la ropa sucia me percaté que el perfume de Lucía había quedado en el ambiente. Pensé en lo hermoso que sería tenerlo esparcido por toda mi piel. Tenía que lavar las tacitas, pero preferí dejarlas para el otro día. Me desvestí y acosté. Tardé bastante en conciliar el sueño. Dí vueltas y vueltas, y creo que me dormí pensando en todo lo que había pasado. Tenía una sensación muy ambigua: por un lado, me dolió verla triste; nunca imaginé que el idiota de Pablo era capaz de jugarle tan sucio. Por otra parte, tenía la certeza de que se abría una puerta que me permitía seguir soñando con recuperar lo que siempre deseé y consideré perdido. No puedo dejar de reconocer que me sentí, en cierta forma, miserable: su dolor era la antesala de mi esperanza. Como castigo, esa noche volví a soñar con ella.

Para lo que quieras, Lu.


Parte 2

Entré a la peluquería, me anuncié a la recepcionista, elegí una revista de decoración (estaba entre esa y otra, de modas) y me tiré a leerla en esos cómodos sillones que toda buena peluquería unisex que se precie de serlo, posee. Me lleva cinco minutos el acostumbrarme a las fragancias, a las chicas que asisten a los peluqueros, y a los peinados que estos mismos peluqueros llevan en sus cabezas, y hacen a las cabezas de sus despreocupadas clientas. Transcurrido dicho lapso, ya entro en confianza y me siento como en casa...a pesar de que mi departamento dista mucho del glamour de las revistas y de los personajes presentes.
Grande fue mi asombro cuando la ví entrar. Ella no me reconoció. Se sentó en otro sillón, al lado del mío. La sorprendí.

-Elena...cómo estás?

Elena es la hermana menor de Lucía. Casi tan bonita como Lu, muy bien casada, y con dos criaturitas tan adorables como inquietas.

-Tus diablillos?

- En el cole. Me tomé un respiro...Cómo andás, George?

-En un recreo, también. El verano se nos vino encima...y yo con estos pelos...

-Ja ja. No sabía que te cortabas acá... Sabés lo de Lu?

-Sí. Hablé anoche por teléfono con ella. Me contó. Quedamos en vernos esta noche...

-Portate bien... Sonrió y me guiñó un ojo. Elena y Lucía son tan hermanas como amigas. Y mi compinche. Todavía recuerdo la noche del cumpleaños de Lu, hace tres años ya. Yo me estaba yendo, y al saludarla, me preguntó:

-Qué te pasa? Te ví cómo la mirabas...

En mi sincero pero inesperado silencio, encontró la respuesta.

-Cuidado, George, atrás hay una familia...

-Ya lo sé... No te preocupes. Lo puedo manejar...

Por lo menos, así lo pensé aquella noche. Media vida dedicada a soñarla, al menos lo terminaba de ratificar. El incumplimiento de uno de los mandamientos más violados no me hacía sentir ni más ni menos arrepentido. Y si bien los embajadores de Dios en el mundo terrenal se empeñaban en acomodarme del lado de los pecadores, yo tenía más que claro que, tanto mi comportamiento como mi pesar, ya me habían redimido lo suficiente como para ganarme un lugar en el Cielo. Las palabras de Elena sólo podían confirmar lo que hasta ese momento había sido la actitud adoptada ante el panorama que se presentaba. La de un amor en silencio, por prudencia y por respeto a todos los protagonistas de la historia. Incluyendo a Sol, y hasta por qué no, al indeseable y más que afortunado, Pablo.
El peluquero me llamó e interrumpí la charla que veníamos llevando con Elena, no sin antes deslizar un:

-Sabés que nunca podría portarme mal con ella.

-Ya lo sé, tonto... Suerte..!

La necesitaba. Un corte de pelo, pensé, podía darme un aire nuevo.
El haber amado y callado durante tanto tiempo había dejado una huella marcada en mi pecho. Un dolor feo me aquejaba de tanto en tanto, y en un improvisado auto-diagnóstico ensayé la siguiente explicación: la angustia me había ganado y ocupado una buena parte de mi capacidad respiratoria. Mis pulmones no recibían el suficiente aire y, por lo tanto, ello provocaba agitación y una desagradable sensación de taquicardia. Y si bien algunos médicos a los que consulté adjudicaron mi fatiga al exceso de tabaco, desconocían mi adicción a los amores imposibles.
Esa noche debía encontrarme con Lucía. Quería lucir prolijo, gustarle. Por ello, la razón de mi corte de pelo. Aire nuevo. Aire. Para percibir su perfume. Para impregnarme de su esencia. Para tomar coraje y empezar a contarle de mi amor eterno. De ese amor suspendido en tiempo y espacio, que buscaba un resquicio para colarse.

Sin saberlo yo, y sin imaginarme, siquiera, Elena se me había adelantado.

Por fín los astros comenzaban a alinearse...


Parte 3

-Sol...timbre. Te fijás quién es?

-La tía, má. Voy a abrirle...

Solcito bajó corriendo. La dulzura de Elena, sumada a su complicidad, eran la puerta siempre abierta al corazón de Sol. Y si bien Lucía, contaba con un séquito de amigas, del club, de cerámica, mamás del colegio y colegas del estudio, ninguna se comparaba a la ternura que su tía del alma despertaba en ella.

-Tía...holis...sabés que me saqué un diez en Lengua..?

-Debe ser porque no la usás nunca...ja ja.

-Tiene a quien salir, no? Cómo estás, hermanita..?

-Uy...cansada. Los diablitos de tus sobrinos hoy me hicieron renegar más de la cuenta...Vos?

-Pasá que en un ratito te cuento...Sol...no tenías deberes, vos?

-Ufa, mami! Los hago después...

-No, señorita! Te llevás los útiles a tu cuarto y los hacés ahora. Podés prender la tele, bajita...

-Está bien...Pero que la tía después me mire la carpeta...

-Bueno, Solchi. Después me la mostrás, sí?

Las hermanas se sentaron en el living, no sin antes prepararse un café. El café era un ritual que compartían siempre. A veces en casa de una, a veces en casa de la otra. Cuando no lo hacían en las escapaditas a Unicenter, en donde, además de tomarlo en la confitería paqueta del último piso, recorrían las vidrieras de los locales, chusmeando las últimas novedades en materia de vestimenta femenina y, por qué no, despuntando el vicio con la compra de una remerita para ellas, o alguna pilchita para sus respectivas criaturitas. Pero hoy el tema daba para tomarlos en un ámbito más íntimo, la casa de Lucía.

-Al final, hiciste la denuncia?

-No. No quise hacer mucho bardo. Me basta con la promesa de Pablo. Me aseguró que nunca más lo iba a volver a hacer. No sabés qué horrible! Nunca pensé que podía llegar a levantarme la mano!

-Y se fue así nomás? Lo de la casa y las amenazas..?

-Parece que se calmó un poco. Está parando en lo de mi suegra. La madre lo debe haber convencido de que se dejara de joder y empezara a portarse como un hombre. A lo hecho, pecho...

-Y qué pasó con la pendeja..?

-No me preguntes. Ya no quiero saber más. Para mí, Pablo, murió. Decí que está Solcito. Es su papá, y con respecto a Sol, tiene todo su derecho. En lo que concierne a nuestra relación, se acabó todo.

-Ricardo no lo podía creer! Cuando le conté, me confesó que sabía algo de la situación, pero que nunca creyó que lo fuera a llevar tan a mayores..! Flor de reto, le dí..!

-Nooo, pobre Richard! Es un santo..!

-Sí, pero lo apañó..! Son todos iguales, los hombres..!

-Nooo, todos no. Ricardo es un fuera de serie... Y hay otros que actuarían igual.

-Por ejemplo, George.

-Sí, George. Sabés que lo ví? La noche que se armó el despelote, estaba tan sacada, que, después de llevar a Sol a casa de Mamá, pasé por su departamento y fuí a descargar mi angustia con él. Pobre...ya era tardísimo y caí en su casa, sin avisar... George es un tipazo. Me contuvo...siempre tan atento y dispuesto a escucharme...

-Como cuando éramos chicos. Sabés que?, nunca te conté, pero hubo un tiempito en que creí estar enamorada de él... Y el muy turrito nunca me dió ni cinco de bola... Estaba en otra...

-Seguro, te veía como a una nena..!

-No. Él siempre estuvo enamorado de otra persona. Doy fe.

-De quién? Ahora que recuerdo, jamás me confesó nada. Tuvo parejas, tres o cuatro... Pero nunca le duraron... Qué lástima, no? Tiene un corazón de oro...

-Disculpame... Vos nunca sospechaste de nada..?

-De qué? No me digas que George... Yo..?

-Claro, boluda! No me mandes al frente...pero una vez me confesó que eras lo máximo para él... No fue hace mucho...tres o cuatro años...

-Y desde cuándo?

-Desde siempre. En serio que nunca sospechaste nada?

-Te soy sincera...algo me resultaba raro en él, sobre todo cuando éramos chicos... Siempre tan atento conmigo... No voy a negarte que siempre me atrajo su dulzura, su delicadeza... Pero jamás una insinuación, una palabra que lo descubriera... Hasta llegué a pensar que George...
-Que miraba para la vereda de enfrente? No, tonta, ni lo pienses. Lo que pasa es que nunca quiso ponerte incómoda... Además estaba Pablo, y a pesar de que nunca lo bancó, se cuidó de hacer público lo que no debía . Hasta que una noche...

-Hasta que una noche te contó...

-A medias. Yo lo encaré y él no lo pudo negar...

-George... me dejás helada..!

-Fuiste su amor imposible. Desde siempre.

-Otro café?

-Dale! Pero este, con edulcorante.

Las dos hermanas estaban más que exultantes. Elena, porque se había sacado un preciado secreto de encima. Y ya sabemos que, para una mujer, guardar prenda por tanto tiempo puede resultar inconveniente hasta para la propia salud. Y también es necesario agregar que, a su juicio, que Lucía se enterara de que otro hombre podía llegar a estar interesada en ella, bajo estas circunstancias, era un gesto gratificante. Su autoestima necesitaba un mimo de los grandes. Y la noticia del amor incondicional de George hacia ella, justificaba el espíritu buchón del caso.

Lucía, por su parte, no podía salir de su asombro. Considerar a George como más que un amigo, era un reto para sus sentimientos. Necesitaba saber donde estaba ubicada. Los acontecimientos de las últimas semanas la habían golpeado demasiado. Más que nunca, ser considerada objeto del amor de otra persona, la llenaba de orgullo. Un orgullo que necesitaba recomponerse...

-Esta noche lo voy a llamar. Necesitamos hablar. Y mucho.

-Decime... Si George te hablara de lo que siente por vos...

-Qué haría? Todavía no caí. Por lo pronto, quisiera escucharlo. Que me blanqueara todo. Necesito su sinceramiento... No sé si lo consideraría. Todavía estoy procesando lo que pasó. Pero me lo tiene que decir en la cara...

-Y personalmente. Invitalo a tomar un café.

-Un café? Nos van a tener que traer una jarra para cada uno, ja ja.

-Bueno, hermanita, me tengo que ir...Solchi, venga a darle un besito a su tía...

-Tía!, no te vayas que te llevo el cuaderno!

-Qué vas a hacer, mañana? Necesito cambiar la pollerita que le compré a Sol. Le queda chica, cómo crecen estas criaturitas!

-No, mañana no puedo. Voy a ir a la peluquería. Mirá mis mechas... Necesitan un "touch".

-Después de verlo, te llamo...

-Si no me llamás, olvidate de que existo! Muero por saber como va a terminar esta historia!

-Qué historia, mami?

-Pero que lindo cuaderno! Qué prolijito! Te felicito! Por el cuaderno y por el diez en Lengua!

-No puede negar que es hija mía...

-Y mi sobrina...

-Ja ja. Bye, hermana...

-Bye, amiga...


Parte 4 – Final

Cuánto me costó mantener la calma ese jueves! La sensación de opresión en el pecho me persiguió desde la noche anterior. La voz de Lucía en el teléfono me resultó diferente. Intuí que su angustia, por suerte, había desaparecido, y en su lugar alcancé a percibir una extraña sensación de calma. Sospeché, entonces, que habría tomado algún sedante, por lo pausado de sus palabras. Me comentó que necesitaba verme, que quería conversar personalmente y contarme, adiviné, de cómo seguían las cosas. No necesitó pedírmelo dos veces. Mi sí fue tan rotundo y espontáneo que reavivó las ansias de vernos, al menos en mí. A lo largo de la charla, la ansiedad iba en aumento, y la tuve que controlar. Hubiera deseado no tener que esperar un día más, día que iba a resultar eternamente largo y agobiante. Una vigilia tan deliciosa como exasperante…

Habíamos quedado en vernos en el Coffee Store de Acassuso, a las nueve en punto. Llegué cinco minutos antes, estacioné el auto y busqué una mesita alejada de la ventana, en un rincón. Había muy poca gente. Una pareja se hacía arrumacos y reía en uno de los silloncitos. En el otro ala, dos señoras conversaban animadamente de bueyes perdidos, supongo, tan despreocupadas por nuestras presencias, que las supuse almas solitarias, asumidas y convencidas de su resignación al no amor. En el otro extremo estábamos nosotros, que todavía no éramos nosotros, ni siquiera dos. Lucía se había demorado unos minutos y allí estaba, aguardándola, mientras nos imaginaba. La camarera intuyó que mi compañía estaba al llegar, pues ni se molestó en tomar el pedido.

La ví llegar, apagué mi cigarrillo y me acomodé en la silla.

-Hola, divina! Y me incorporé para saludarla.

-Hola! Disculpá la tardanza. Mamá se demoró más de la cuenta… Se quedó con Sol…

-Cómo estás?

-Mejor, mucho mejor…

-Te parece bien esta mesa?

-A vos qué te parece?

-Bárbara… Le faltabas sólo vos…

-Gracias…sonrió y se quitó la camperita. La ayudé a colgarla sobre su silla, y a sentarse.

-Siempre tan atento, George… Tus cosas?

-Bien. Sabés que nunca me quejo…

-Sí. Qué tomamos?

-Dejame elegir…

Llamé a la camarera y pedí dos cafés etíopes, de los cargaditos. La charla, intuí, iba a ser extensa, y decidí arrancar con suficiente combustible. La variedad de sabores permitía jugar con ellos. Y si la situación daba para extender nuestra charla lo suficiente, íbamos a degustar todas las alternativas posibles.

-Dale, contame…

-Solterita…y sin apuro…

Morí. Morí dos veces. La primera, porque su separación era un hecho. La gravedad de los sucesos, si bien justificaba una reacción así, había dejado abierta la posibilidad de una contramarcha. No por los hechos en sí, aberrantes, denigrantes. Sino por las características de la personalidad de Lucía. Lu defendió siempre, a capa y espada, el valor del matrimonio, como pilar de una familia perfectamente constituida. Y su convencimiento no partía sólo de una formación religiosa, propia de una familia católica y burguesa de San Isidro. Socialmente siempre manejó su vida y la de su pequeña familia en ese sentido, porque partía de un convencimiento, diría, filosófico. Por eso, el motivo de mi duda. Por eso, mi temor a su reacción. Morí, en primer término, porque, a pesar de sus principios tan firmes, tuvo la valentía de respetarse a sí misma, y no aceptar los términos descabellados que Pablo había insinuado plantear para sus vidas.

Y mi segunda muerte tuvo que ver con el “sin apuro” de su respuesta. Era lógico suponer, y creo conocerla bien, que Lucía, mentalmente, no estaba en condiciones de aceptar tan pronto una nueva relación. En ese sentido, debía ir con pies de plomo. Quizás hasta le resultara impropio considerarme, justo a mí, como a una nueva relación amorosa en su vida. De eso, precisamente, no tenía ni idea. Mis deseos y la ansiedad jugaban dos partidas diferentes. Y cómo hacerlos compatibles, era una misión más que complicada…pero a la que no quería renunciar.

Habían pasado los minutos, la charla, su incredulidad de verse atravesar una situación tan cruel como insostenible, su lucha por conservar la dignidad a resguardo, su necesidad de mostrarse tan auténtica como entera para con Solcito, y mi estoica cruzada por no abalanzarme sobre su boca, cuando me sorprendió con una salida que me dejó sin habla…

-George…ahora te toca a vos.

Elena, me lo habías prometido…

-Pidamos otro café…

-Pidamos…te escucho.

-Lu…no sé si es el momento…

-Ya lo sé. Pero algún día vas a tener que sincerarte conmigo…

No podía escaparme… Noté súbitamente un escalofrío terrible. Debía desnudar mi alma sí o sí. Y esta vez no podía, ni debía evadirme. Miré hacia la barra, y con un gesto le hice saber a la camarera que íbamos a repetir la ronda de cafés. Esta vez, algo menos cargaditos. Para ello, bastaba con el clima…

-Lu…siempre te ví como mucho más que una amiga…

No pude sostener la vista. Tantas veces había soñado con este momento, y en todas, había sido más entero. De golpe me invadió una congoja madre. Se me llenaron los ojos de lágrimas y no pude continuar.

-George, si te sirve de consuelo…yo también…hace mucho tiempo. Creí haber borrado ese tipo de recuerdos, pero si te tengo que ser sincera, no sé si pude…

Tomé sus manos. Sus ojos estaban húmedos, también. Solté una sonrisa nerviosa. Más que una sonrisa, resultó una mueca burlona, que sumada a las lágrimas en mi mirada, componían el gesto más inverosímil que mi rostro, algo desencajado, podía transmitir. La presencia de la camarera y los cafés atentaron contra el clima que habíamos creado, pero nos ayudaron a ponernos a salvo de la inundación.

-Dejame ponerte el azúcar…

-Edulcorante…

-Haceme caso… Un poquito de azúcar nos va a hacer bien…

Sonrió. Se secó las lágrimas con una servilletita. Me miró con ternura y me regaló un cálido gracias.

Nuestra conversación siguió por un largo rato más. Volvimos a la universidad y me enteró de su platónico amor por mí, de mi eterna parquedad, de su desilusión y su necesidad de remediarla con Pablo. Juego que comenzó con su despecho y terminó en el altar. Y a la vez yo le conté de mi inmadurez, de la necesidad de no comprometerla y preservarla, de la inoportuna aparición del susodicho y de aprender a vivir con mi resignación, y sin ella. Hasta que llegó la hora de irnos. No habíamos advertido que todos los clientes de la confitería se habían retirado, ya. La carita de la camarera, además, invitaba a partir.

Cuando fuimos a buscar nuestros autos, la abracé. Nos besamos profundamente. Un beso que arrancó allá por nuestra adolescencia y perduró hasta nuestros días. Un beso que nos debíamos y que disfrutamos enormemente. Al separarnos, me miró con la dulzura más elocuente que me podían regalar sus ojos, y me dijo:

-Vas a tener que esperarme… Dejame acomodar un poco la cabeza…

-Lo que sea necesario, Lu. Lo hice por veinte años… Y lo haría por toda la vida, si sé que al final, vas a ser para mí…

-Me encantaría, George, pero…dame unos días. No te voy a pedir tanto…

-Chau…mañana te llamo.

-Al celular…y de día. No quiero que Sol…
-No te preocupes. Confiá en mí…

-Sí. Confío…

Esperé a que subiera al auto y arrancara. Cuando pasó frente a mí, creí ver que me arrojaba un besito al aire y, por las dudas, se lo devolví. Respiré profundamente. Ya no tenía la sensación fea en el pecho. Volví a respirar. La angustia no estaba. Saqué del bolsillo de mi camisa el paquete de cigarrillos. Iba a encender uno, pero, de repente, me arrepentí. Estrujé el paquete y lo tiré en un cesto. El aire estaba demasiado puro para arruinarlo. El cielo, límpido como nunca, me regaló un espectáculo imperdible: Venus estaba suspendido sobre el cuarto de luna, y brillaban como nunca antes. En ese momento, recordé la cara de Lucía, su sonrisa y el lunar sobre su mejilla izquierda. Subí a mi auto y, en la más absoluta y fantástica felicidad, emprendí el regreso a casa. Gracias a Dios, llevaba en la guantera, pañuelitos de papel tissue.

Fín

Georgie